Como La Educación en Valores Forja Soldados

El Ejemplo del Sargento MARIO ANTONIO CISNERO

Por el ST (Res) I Sebastián Miranda[i]

1. La formación del guerrero

Mario Antonio Cisnero nació el 11 de mayo de 1956 en San Fernando del Valle de Catamarca, octavo de diez hermanos del matrimonio formado por Luis Cisneros y Antonia Salgado. Al anotarlo en el Registro Civil local, el empleado omitió la “s” al final del apellido por lo que Cisneros se transformó en Cisnero.

Fanático del fútbol, muchas veces obviaba el permiso paterno para salir a jugar y no rehuía las peleas cuando algún muchacho le faltaba el respeto o se enojaba por alguna cargada. Gustaba de las escapadas al cercano campo del Regimiento de Infantería Aerotransportado 17 donde le fascinaba ver a los efectivos marchar y escuchar los acordes de la banda militar. Desde muy joven heredó el carácter fuerte propio de los integrantes de la familia, el amor por su tierra natal, el folclore, los cuentos y la devoción por la Virgen del Valle.

La vocación castrense no tardó en aparecer y en marzo de 1972 ingresó a la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral”. Fue un estudiante excelente, mostrando especial interés por las lecturas sobre política e historia. Como solía decir se preparaba para “ser el mejor”. Su espíritu aguerrido quedaba demostrado por su dureza en las pistas de instrucción. Esto no le impedía expresar el afecto por sus camaradas que necesitaban su apoyo, siendo la solidaridad una virtud que lo caracterizó desde muy joven. En 1973 egresó como cabo y fue destinado a hacer un curso en la Escuela de Infantería. Un año después lo encontramos en el Regimiento de Infantería Aerotransportado 2 donde se convirtió en paracaidista.  Guerrero nato, la orden era hacer los saltos en caída libre desde los 1.300 metros y abrir el paracaídas a los 700 metros, pero él lo hacía a los 300. Esto le valió la reprimenda de sus superiores, pero su espíritu era indomable.

Fiel a su búsqueda constante de ser el mejor y de ser cada vez más, en 1977 hizo el curso de comandos donde se encontró con el mayor Mohamed Alí Seineldin, padre de la especialidad en la Argentina. Las dos personalidades se combinaron en forma excepcional. A fines de ese año, ya con el grado de cabo primero, fue destinado a la Escuela de Infantería en Campo de Mayo. Evidentemente sus aptitudes físicas e intelectuales sobresalieron porque el mayor lo eligió para ser instructor de comandos. En 1978 nació el Grupo Halcón 8, primera unidad estable de comandos en el Ejército Argentino y fue seleccionado para integrarla. Su dureza y exigencia con los cursantes le valió el célebre apodo de “El Perro”.  ¿Cómo era el entrenamiento? Recurrimos al testimonio del entonces capitán Miguel Ángel Viviani Rossi:

       “Aprendimos a manejar los trenes, íbamos a los ferrocarriles, nos enseñaban a manejar las locomotoras, demoliciones de todo tipo y tamaño. Íbamos a Vialidad y nos daban quince puentes. ¿Vio cuando se hace la ruta nueva y el puente viejo se deja al costado?, Vialidad nos daba una lista de quince puentes y nos decía vuélenlos. Hacíamos un ejercicio con salto, lanzamiento de paracaidistas, aerolanzable, caíamos a la madrugada al puente, saltábamos con explosivos, llevábamos 700, 1.000 kilos de explosivos entre los cuarenta. El Turco ponía enemigos que iba la Compañía de Policía Militar con perros debajo de los puentes, entonces había que infiltrarse, llevarse por delante esa Compañía, evadir los perros, colocar el explosivo y volar el puente, todo eso se hacía real”.[ii]

       “Era un adiestramiento permanente, todos los días, tirábamos con los dos ojos abiertos, tirábamos de rodillas, tirábamos de duelo, tirábamos a la carrera, a la detención, tirábamos con fusil, tirábamos con la ametralladora Sterling. Cada comando tenía una Sterling con silenciador, un FAL PARA y una pistola 9mm, nueva, armamento todo nuevo. Íbamos al costado del polígono, era llegar a las 8 de la mañana y eran las cinco y media de la tarde y era meta tiro, todo el día, la pistola quedaba derretida”.[iii]

       El “Perro” repetía con frecuencia: “al Ejército Argentino le hacen falta muchas guerras, combates, sacrificios, vivir en campaña”. Pero lo que él exigía, él era el primero en demostrar que se podía hacer: “jamás voy a pedirle a mis subordinados lo que no soy capaz de hacer” decía. Sin embargo, esta dureza no era excluyente de preocupación por la vida espiritual y la dedicación por sus subalternos. Los constantes ejercicios de los comandos no pasaban desapercibidos para otros militares que realizaban cursos ajenos a Halcón 8 en la Escuela de Infantería. El entonces joven cabo Julio Ezequiel Vera recordó emocionado:

        “Haciendo un curso en la Escuela de Infantería de Cabo, durante todo el día de instrucción, ¿quién aparecía a la tarde, a última hora, cuando ellos habían terminado la instrucción, los ejercicios, habían formado Halcón 8? Aparecía el Turco, el Coronel junto con el ‘Perro’ Cisnero a enseñarnos a rezar el Rosario. A partir de ahí todas las tardes antes de irse de franco lo primero que hacían era pasar para rezar el Rosario con los ‘cabitos’ nuevos, eso me marcó a mi y lo tomé a partir de ahí como un padre”.[iv]

La devoción a Dios y a su Madre la Virgen María fueron otros de los rasgos distintivos de M. A. Cisnero.

Sus sacrificios no fueron en vano y por sus condiciones, en 1979 fue enviado al Perú para hacer el curso de comandos. Su carácter no pasó desapercibido. En una oportunidad se quejó de la pésima calidad de la comida, para escarmentarlo sus superiores lo citaron cerca de un tanque cisterna donde había unos perros cimarrones atados. Uno de los suboficiales había matado uno de ellos y le había sacado el corazón. Le ordenó a Cisnero comerlo crudo, cosa que el entonces ya sargento no dudó en hacer. Ya de regreso a la Argentina, en 1981 realizó un curso en la Escuela de Inteligencia. Siempre estudiando, siempre perfeccionándose, siempre buscando ser el mejor.

2. Malvinas, “rendido no vuelvo”

El 2 de abril se concretó un profundo anhelo de la sociedad argentina: la recuperación de las islas Malvinas. Al enterarse de la noticia, el sargento Cisnero concurrió inmediatamente al despacho del jefe del Destacamento de Inteligencia y le solicitó ser enviado inmediatamente a las islas. Todavía no se avizoraba la reacción británica. Las acciones sobre las islas Georgias y los ataques contra Puerto Argentino y Puerto Darwin el 1 de mayo demostraron lo erróneo de la idea de los que creían que los británicos no reaccionarían. Eran días interminables, la guerra continuaba y no lo convocaban. El 22 de mayo por la madrugada se cumplió el tan esperado deseo, un oficial se presentó en su cuarto y le ordenó aprestarse. Esa misma noche se trasladó a Buenos Aires para integrarse en la Escuela de Infantería a la recientemente creada Compañía de Comandos 602 al mando del mayor Aldo Rico.

 En la Escuela de Infantería poco antes de partir se despidió de su hermano Héctor con una frase que pasó a la historia, símbolo del coraje del suboficial argentino heredero del sargento Cabral:

“Hermano, o ganamos o me quedaré para siempre en ese pedazo de tierra que nos corresponde por historia y derecho, porque rendido no vuelvo”.

Pidió ser operador de la ametralladora MAG, rol de combate muy sacrificado por el peso del arma (30 kilos) y porque en batalla es blanco prioritario del fuego enemigo, y así ocurrió. El 26 de mayo los efectivos de la Compañía de Comandos 602 se encontraban en Puerto Argentino donde se reunieron con los de la Compañía 601.

El 29 de mayo participó en acciones de combate detrás de las líneas enemigas.  La orden siguiente llegó el 9 de junio. Debían trasladarse en vehículos hasta el monte Harriet y de allí al Dos Hermanas para tender una emboscada a los británicos.

El 10 de junio el célebre “Perro” partió junto a sus camaradas de la Compañía de Comandos 602 e integrantes del Escuadrón “Alacrán” de Gendarmería Nacional. Apoyados por los efectivos del RI 4 en Dos Hermanas Sur a la madrugada, el sargento Cisnero se ubicó en una posición junto al Teniente Primero Jorge Manuel Vizoso Posse para emboscar a los británicos. Los dos, en la tensa vigilia que antecede al combate, compartieron una profunda conversación en la que hablaron de la emboscada, la familia, la Patria y de Dios.

Compartieron un pedazo de chocolate que había llevado el teniente primero y siguieron hablando sobre Dios. Las últimas palabras del sargento Cisnero fueron: “en la Resurrección nos veremos, mi teniente primero”….

Repentinamente comenzó el fuego de los británicos, se trataba de fuerzas especiales. El sargento M. A. Cisnero respondió con su MAG, instantes después un cohete enemigo terminó con su vida, quedando el teniente primero gravemente herido. Cayó también en combate el gendarme Ramón Gumersindo Acosta. Vizoso Posse se recuperó de sus heridas, aturdido le preguntó a Cisnero: “¿qué te pasa hermano?”, no hubo respuesta, tampoco tiempo para pensar, las fuerzas de elite británicas estaban sobre la posición. Uno de los enemigos intentó rematar a Vizoso Posse que milagrosamente no solo sobrevivió sino que se puso de pie y abrió fuego contra los ingleses cuando se retiraban.

Los otros integrantes de la Compañía de Comandos 602 batían a los británicos con el apoyo de los hombres del subteniente Marcelo Llambías Pravaz del RI 4 a los que se sumaron los artilleros del Grupo de Artillería 3, coordinando los disparos a través del teniente primero Enrique Stel desde monte Harriet. La combinación de fuegos fue impecable, poniendo a los ingleses en fuga después de causarles importantes bajas.

Días más tarde el cabo Walter Pinto[v] del RI 4 pudo llegar hasta el cuerpo del sargento Cisnero con la intención de llevarlo para darle cristiana sepultura. La presencia de enemigos en la zona no permitió retirarlo, pero Pinto pudo dejarle un Rosario, rezar una oración y cubrirlo con una capa poncho.

En su libreta de combate se encontró anotada una oración:

      “Oh Dios, señor de los que dominan, Guía Supremo que tienes en tus manos las riendas de la vida y la muerte.

       Escúchame: Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate, y mi cuerpo no sienta el temblor del miedo.

       Haz que te sea fiel en la guerra, como lo fui en la paz.

       Haz que el silbido agudo de los proyectiles, alegren mi corazón.

       Haz que mi espíritu no sienta la sed, el hambre, el cansancio y la fatiga, aunque lo sientan mis carnes y mis huesos.

       Haz que mi alma, Señor, esté siempre dispuesta al sacrificio y al dolor, que no rehúya, ni en la imaginación siquiera, el primer puesto de combate, la guardia mas dura en la trinchera, la misión más difícil en el ataque.

       Pon destreza en mi mano para que el tiro sea certero, y caridad en mi corazón.

       Haz, por favor, que sea capaz de cumplir lo imposible, que desee morir y vivir al mismo tiempo.

       Morir como tus Santos Apóstoles, como tus Viejos Profetas, para llegar a Ti.

      Señor te pido que mi cuerpo sepa morir con la sonrisa en los labios, como murieron tus mártires.

        Te ruego mantengas mi arma en vela y mi oído atento a los ruidos de la noche.

       Te pido por mi guardia constante en el amanecer de cada día y por mis jornadas de sed, hambre, fatiga y dolor.

      Si llegara a cumplir estos anhelos, podrá entonces mi sangre correr con júbilo por los campos de mi Patria, y mi alma subir tranquila a gozarte en el tiempo sin tiempo de la eternidad.

       Señor, ayúdame a vivir, y de ser necesario, a morir como un soldado.

      Concédeme Oh! Rey de las Victorias, el perdón de la soberbia.

      He querido ser el soldado más valiente de mi Ejército y el argentino más amante de mi Patria.

      Perdóname este orgullo, Señor”.

       Búsqueda constante de ser más, de ser el mejor para servir, máxima exigencia al subordinado, pero ante todo a sí mismo, devoción por Dios, por su Santísima Madre la Virgen María y por la Patria hasta la entrega de la propia vida.

Fue un digno representante del lema de la Compañía de Comandos 602 “res non verba” (hechos, no palabras). Ascendido post mortem a sargento primero, Mario Antonio Cisnero trascendió la vida terrenal misma y se convirtió el modelo para sus compatriotas, digno heredero del sargento Juan Bautista Cabral.

Su vida y su muerte son bandera, esperanza y promesa de triunfo, mientras él, permanece en la turba malvinera esperando el regreso de la Bandera por la que dio la vida.

BIBLIOGRAFÍA

FUNDACIÓN SOLDADOS. Así peleamos. Malvinas. Testimonios de veteranos del Ejército, Buenos Aires, Fundación Soldados, 2006

CONSEJO SUPERIOR DEL ARMA DE INFANTERÍA. La Infantería Argentina en Malvinas. Fiel a su Historia, Buenos Aires, Consejo Superior del Arma de Infantería, 2013.

MASILLA, Alberto Pascual. Argentina tiene héroes. Cinco semblanzas de la guerra de Malvinas, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2003.


[i] Licenciado y profesor de Historia. Subteniente de Reserva del Arma de Infantería.

[ii] Testimonio de M. A. Viviani Rossi, Cap. en 1978 Entrevista del autor, 20 de febrero de 2018.

[iii] Ídem anterior.

[iv] Ídem anterior.

[v] Testimonio de Walter Pinto, Cabo en 1982. Entrevista del autor, 17 de marzo de 2018.