Muerte en Combate del Soldado Heriberto Dávalos

Por Sandro ROJAS FILÁRTIGA

Aspectos extraídos del libro MEMORIAS DE UN COMBATE

AMALIA DÁVALOS – Hermana de HERIBERTO DÁVALOS

“Son heridas que no cerrarán jamás”

Mis primeros recuerdos son los juegos con mis hermanos. Eran todos varones y yo la única mujer, de todas maneras jugaba a la par de ellos.

Durante las siestas ellos se escapaban para jugar a la pelota o para recorrer el campo con una gomera cazando y siempre quería seguirlos.

Mis hermanos siempre me echaban pero Heriberto pedía que me quede.

Su frase era “…sos mi hermanita más linda…”, y yo le respondía. “…pero si soy tu única hermana!!!…” recordar aquella frase me hace sonreír.

Heriberto nació el 20 de abril de 1954 en una Colonia cercana a Misión Tacaglé. Fue el mayor de nueve hermanos. Nosotros vivíamos en el campo, frente a una colonia aborigen, a 15 kilómetros de Tacaglé. Allí íbamos a la escuela.

Los hermanos recorríamos los 15 kilómetros a la mañana para ir a la escuela, regresando a la casa 12,30 o 13 horas pero Heriberto nunca llegaba a horario, se quedaba por ahí, jugando. Aparecía varias horas después. Era muy travieso.

Cansado de las tardanzas, mi papá le regala un caballo para que llegue a la casa temprano, sin excusas. Fue peor, porque el caballo comenzó a ser objeto de sus juegos. Corría carreras con él.

Cuando fue creciendo solía irse por varios días, sin dar señales de vida y luego volvía. Mi mamá lo retaba pero cuando la abrazaba, a mi “viejita” se le pasaba el enojo.

En una de las tantas ausencias le llegó la cedula de llamado al servicio militar. Cuando regresa mi madre le dice: “…hijo, te llegó la carta para presentarte al servicio militar…”, Heriberto respondió: “…tranquila mamá que de allí vengo, ya me presenté…”

En abril de 1975 se incorpora al Regimiento 29. Dos o tres veces volvió a Tacaglé de franco para visitarnos. Ahí ya lo vi de otra forma, mas hombre, ya no era aquel niño rebelde.

Días antes del 5 de Octubre vuelve a Tacaglé, antes de irse le dice a mi mamá: “…esta es la última vez que los visito, pronto me darán la baja y regresaré junto a ustedes…”

El lunes 6 de Octubre voy con mi hermano Tomás al colegio. En el camino sentí un ambiente poco común, invadía un silencio que daba miedo, el aire era irrespirable.

En el camino, un policía de apellido Giménez me pregunta si mi papá estaba en casa. Le respondo que sí, y se encamina hacia allí.

Llegamos a la escuela. Los docentes y alumnos estaban parados, en silencio. Se me acerca una maestra y me toma del hombro, en ese momento veo que mi hermano estaba llorando, no alcanzaba a entender que pasaba.

La maestra me dice: “…Amalia, vos sos muy niñita pero te tengo que contar algo. Ocurrió algo muy grave, muy triste en nuestra provincia, hubo un ataque al regimiento y recibimos noticias que murieron muchos soldados…”

Ese día no hubo clases, nos mandaron a nuestras casas. Yo no caía que uno de los muertos era mi hermano. Antes de salir de la escuela me acerco a otra maestra y le pregunto porque mi hermano lloraba, ella me dice: “…parece que uno de los soldados muertos es tu hermano…”

Llegué a mi casa y era todo llanto, mi papá y mi mamá ya se habían enterado. A partir de ese momento comenzamos a esperar la llegada del ataúd de Heriberto.

En la Ciudad de Formosa vivía un tío llamado José, él fue quien reconoció el cuerpo y se encargó del traslado. Tres días demoró en llegar el cuerpo. Caía una lluvia intensa, todas eran calles de tierra. Nosotros ya no pudimos verlo porque el ataúd vino cerrado y envuelto en una bandera.

Días después del 5 de Octubre mi papá se fue hasta el cuartel y vio el desastre que había quedado, las secuelas del combate. Mi mamá repitió toda su vida que adoró a un ataúd porque no pudo despedirse de su hijo. Años después sufre nuevamente ya que a mi hermano Tomás lo convocan para el conflicto del Canal de Beagle.

A pesar del dolor, mis padres siguieron adelante porque todos nosotros éramos chicos. Años posteriores, cuando llegaba el 5 de Octubre, veníamos a los actos en el regimiento, pero mi mamá lloraba desde que salía de Tacaglé hasta que regresábamos.

Apenas me casé me fui a vivir por varios años en Buenos Aires y viajaba siempre para el acto. Hace 29 años volví a Formosa y me radiqué nuevamente en Misión Tacaglé. Desde ese momento jamás falté a un 5 de octubre al Regimiento. Antes de viajar a la ciudad paso por la tumba de mi hermano y le rezo.

Cuando se aproxima la fecha de su muerte le pido a Heriberto que me de fuerzas y salud para poder estar en el homenaje.

El sentimiento que me deja cada acto es ambiguo, estoy triste y feliz a la vez. Triste por la ausencia de mi hermano, y feliz por participar y poder ver a sus compañeros.

Los miro y siento que Heriberto podía haber estado ahí, junto a ellos, vivo.

Son heridas que no cerrarán jamás.

Mi mamá siempre nos decía que teníamos un ángel en el cielo que nos brinda todo. Él nos guía, él nos ve, él nos cuida.

Ojalá pudiese verlo una vez más para decirle, “hermano te amo”

*Fragmentos del Capítulo perteneciente al libro MEMORIAS DE UN COMBATE de Sandro Rojas Filártiga.

Si deseas comunicarte con el autor podés enviar un correo electrónico a:

memoriasdeuncombate@gmail.com

Asimismo el libro es complemento del documental LOS VALIENTES DE FORMOSA

*Fragmentos del Capítulo perteneciente al libro MEMORIAS DE UN COMBATE de Sandro Rojas Filártiga. Si deseas comunicarte con el autor podés enviar un correo electrónico a: memoriasdeuncombate@gmail.com