La historia del FORTÍN COBUN-CO

Por el Teniente Coronel de Infantería CARLOS MARÍA FRAQUELLI

RESUMEN

La ocupación efectiva de la Patagonia fue producto del esfuerzo y sacrificio de muchos pioneros. Iniciada formalmente con la Campaña al Río Negro de 1879, la conformación de una línea defensiva que sirviera de punta de lanza para ir afianzando la soberanía argentina hacia el sur, fue poblando nuestros confines con campamentos, fortines y fuertes, de los que nacerían los actuales asentamientos poblacionales y productivos. El fortín Cobun-Có es simplemente uno de ellos, en donde soldados, familias e indios forjaron la argentinidad con rasgos que perduran hasta nuestros días.

PALABRAS CLAVES

Campaña al Río Negro – Cobun-Có – Covunco – Ejército Argentino – Fortín Cobun-Có – Mayor Saturnino Torres – Julio Argentino Roca – Regimiento de Infantería de Montaña 10 “Tte Grl RACEDO”.

  1. LA CAMPAÑA AL RÍO NEGRO DE 1879
    Para fines de 1877 y durante la presidencia del doctor Nicolás Avellaneda (1874-1880), se produce la inesperada muerte del Ministro de Guerra y Marina Adolfo Alsina mientras se encontraba en Carhué, inspeccionando las avanzadas del sistema defensivo contra los aborígenes que él mismo había propiciado a través de la instalación de fuertes y fortines en puntos estratégicos, complementados con la famosa zanja de contención que llevaría su nombre.

Su sucesor, el general Julio Argentino Roca, era partidario de adoptar una actitud diferente, librando una guerra ofensiva contra los salvajes, similar a las incursiones en territorio inhóspito llevadas a cabo por el brigadier general Juan Manuel de Rosas, entre los años 1833 y 1834.

El plan del general Roca contemplaba como fase inicial, una campaña preliminar (entre septiembre de 1878 y abril de 1879), en la que los jefes de frontera realizarían una serie de acciones para preparar la posterior ofensiva general. Luego continuaría la Campaña al Río Negro de 1879 (uno de los avances más importantes de la llamada “Conquista del Desierto”), que buscaba ampliar el territorio controlado efectivamente por el Estado argentino hasta los ríos Negro, Neuquén y Agrio, según lo establecido en la Ley N° 215 que había sido aprobada por el Congreso Nacional el 13 de agosto de 1867.

Como parte de su maniobra ofensiva, el general Roca conformó cinco divisiones que se pusieron en movimiento a partir de abril de 1879, dando inicio a la mencionada Campaña al Río Negro:

  • La Primera División: bajo su mando personal, partió desde Carhué, llegando a la isla de Choele Choel; posteriormente, las tropas quedaron al mando del coronel Conrado Excelso Villegas cuando Roca volvió a Buenos Aries.
  • La Segunda División: que también partió de Carhué al mando del coronel Nicolás Levalle y libró acciones contra los indios en territorio pampeano.
  • La Tercera División: a órdenes del coronel Eduardo Racedo, partió de Villa Mercedes en dirección hacia Poitahué.
  • La Cuarta División: mandada por el teniente coronel Napoleón Uriburu, que partió del fuerte San Martín (próximo a San Rafael, Mendoza) en dirección a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, libró acciones en las zonas de Chos Malal y del río Agrio.
  • La Quinta División: que partió de Trenque Lauquen, al mando el teniente coronel Hilario Lagos.

Entre los logros más importantes alcanzados por esta campaña de 1879, se destacan: la fijación de los ríos Negro y Neuquén como límites de la frontera sur, la incorporación a la civilización de 15.000 leguas1 cuadradas de territorio, las sucesivas derrotas infligidas a las tribus hostiles que mermaron su capacidad de realizar malones2, la construcción de fuertes y fortines (de los cuales nacerían pueblos y ciudades), la actualización de los conocimientos geográficos, topográficos y cartográficos, la realización de comisiones científicas destinadas al estudio de la fauna, la flora, la orografía, la geología y la paleontología, la instalación de las primeras líneas de telégrafo, el señalamiento de itinerarios para futuros caminos, y como aspecto más importante, se reivindicó la soberanía sobre territorios nacionales pretendidos por Chile, mediante la ocupación efectiva.

Dentro de este contexto de ocupación del territorio nacional, fue inicialmente la Cuarta División la responsable de reconocer y llevar las líneas de frontera hasta los ríos Neuquén y Agrio, en donde se comenzaron a instalar fortines para controlar el tránsito de los indios y evitar el envío de contrabando hacia Chile. El fortín Cobun-Có fue parte de este sistema, caracterizándose además, por ser el único que se asentó al sur del río Neuquén.

  1. LA ZONA DE EMPLAZAMIENTO DEL FORTÍN COBUN-CÓ
    El campamento que se transformó en el fortín Cobun-Có, tuvo su emplazamiento sobre el arroyo del mismo nombre, a varias leguas de su desembocadura en el río Neuquén, en cercanías de donde se encuentra el Paso de los Indios.

De acuerdo a la etimología araucana, la denominación Cobun-Có proviene de dos vocablos de la lengua mapudungún (idioma araucano): Covuñm que es caliente y Có que es agua. Es probable que los indígenas hayan denominado así a este curso de agua, ya que por su largo recorrido por suelos pedregosos y al abrigo de los vientos, sus aguas presenten en ciertos tramos temperaturas más agradables, similares a las aguas termales existentes en varios puntos cordilleranos. Este arroyo, cuyo nombre en la actualidad se escribe Covunco, tienen sus nacientes en Primeros Pinos y atraviesa el territorio neuquino de sudoeste a noreste por casi 100 kilómetros, desembocando como afluente en el río Neuquén.

Se han descripto a las tierras próximas al arroyo Covunco en donde se emplazó el fortín, como un “terreno fértil, con bastante pasto blando, mucha leña, zampa y sauce”, destacándose este valle como muy apto para “plantíos de alfalfa y trigo y otros cereales; se producirían con facilidad, por medio del riego que tanto del río como del arroyo pueden sacarse.” 3

Para las tribus indígenas, especialmente para los tehuelches, pehuenches, huiliches, puelches, araucanos y ranqueles, el valle del arroyo Covunco, formaba parte de la rastrillada o “camino de los chilenos”.

En su obra clásica de la literatura argentina “Una excursión a los indios ranqueles” escrita en 1870, el genial general Lucio V. Mansilla nos explica qué es una “rastrillada”, concepto que se empleaba en el lenguaje de los paisanos de las pampas: “Una rastrillada, son los surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes idas y venidas han dejado los indios en los campos. Estos surcos parecidos a la huella que hace una carreta la primera vez que cruza por un terreno virgen, suelen ser profundos y constituyen un verdadero camino ancho y sólido. En plena Pampa, no hay caminos. Apartarse de ellos un palmo, salirse de la senda, es muchas veces un peligro real; porque no es difícil que ahí mismo, al lado de la rastrillada haya un guadal en el que se entierren caballo y jinete enteros.” 4

La rastrillada o “camino de los chilenos”, era un camino comercial por el cual los indios conducían los arreos del ganado obtenido producto de sus malones y fechorías en los campos bonaerenses, santafecinos, puntanos y del sur cordobés, para ser vendidos del otro lado de la cordillera a compradores chilenos.

Este camino (descripto en detalle en la obra “Viaje al país de los araucanos” del abogado, científico y diplomático Estanislao Zeballos, publicada en el año 1881), partía desde la localidad de Azul, llegaba a Olavarría y desde allí, se dirigía en línea recta hasta Guaminí. Luego, atravesaba las Salinas Grandes, en dirección al sudoeste, cruzando el río Colorado y llegando a Choele-Choel sobre el río Negro, para luego dirigirse a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, y seguir su recorrido hacia el oeste ramificándose por los ríos Neuquén, Agrio y el arroyo Covunco.

Estanislao Zeballos expresa en forma muy clara la función que cumplía esta rastrillada y los problemas que traía para el desarrollo nacional, reforzando lo escrito en los párrafos anteriores: “Este es un camino internacional, he dicho que une los prados ganaderos de la República Argentina con los mercados consumidores de Chile, a donde los araucanos iban a celebrar ferias con los animales que nos robaban, a razón de veinte mil cabezas por año, durante los dos últimos siglos. ¡4.000.000 de cabezas de ganado en doscientos años!”5

3. EL AVANCE DE LA CUARTA DIVISIÓN, SUS ANTECEDENTES Y EL COMANDANTE SATURNINO TORRES

Para fines del siglo XVIII, ya se habían registrado al menos dos expendiciones realizadas por la comandancia de fronteras de Mendoza, que habían partido desde el fuerte de San Carlos hacia el sur, recorriendo las mismas comarcas por las que se desplazaría la Cuarta División del teniente coronel Napoleón Uriburu en 1879.

Ambas expediciones estuvieron a cargo del comandante Francisco Esquivel y Aldao, un audaz jefe de fronteras y conocedor de aquellas desoladas tierras, padre del célebre fraile dominico, militar y caudillo mendocino José Félix Aldao, quien iniciaría su carrera militar como capellán del Batallón 11 de Los Andes en la Campaña Libertadora a Chile de 1817.

Durante la primera incursión en el año 1778, las fuerzas del comandante Esquivel y Aldao, que guarnecían las fronteras del sur mendocino pasaron por los ríos Diamante, Atuel, Colorado y Neuquén, llegando hasta más allá de Los Pinales, atacando en el trayecto varias tolderías indias.

En 1792, Esquivel y Aldao realizó su segunda expedición hacia el sur, avanzando decididamente en territorio dominado por los indios con una fuerza integrada por “cuarenta hombres, veinticinco armados con fusil y quince de lanzas, y el agregado de dos cañones, para reconocer y hostigar ofensivamente a los pehuenches que asolaban sus fronteras”.6

La expedición del comandante Esquivel y Aldao de 1792 llegó hasta las zonas de Cobun-Có y Zapala, registrando e incluyendo esos lugares en las cartas topográficas

militares. Luego de sesenta y ocho días de incursionar, y habiendo combatido tribus hostiles, liberado cautivos, tomado indios prisioneros y recuperado caballos, yeguas, ovejas robadas y gran cantidad de alhajas, todos éstos productos de las fechorías de los salvajes, las tropas regresaron triunfales al fuerte de San Carlos.

Ya como parte de la Campaña al Río Negro de 1879, la Cuarta División al mando del teniente coronel Napoleón Uriburu inició la marcha desde el fuerte General San Martín (San Rafael, Mendoza) el 21 de abril. En pocos días llegó al río Colorado, lo cruzó y siguió avanzando hasta el río Neuquén, que fue atravesado por parte de la fuerza militar. La columna que integraba esta división expedicionaria estaba integrada por unos 470 hombres, principalmente del Regimiento 7 de Caballería y de otras unidades de la Guardia Nacional.

En su avance, esta fracción eliminó el peligro de la belicosidad de aquellos indios que se resistían a firmar la paz con las autoridades nacionales y creó el fortín Cuarta División, en una ubicación ideal para controlar la ruta de los arreos de contrabando que pasaban hacia Chile a través de Varvarco, dándose origen a través de este asentamiento militar a la localidad neuquina de Chos Malal, que surgiría como tal en 1887 y que hasta el año 1904 se constituiría en la capital del Territorio Nacional del Neuquén.

Fue desde el fortín Cuarta División, desde donde destacamentos pertenecientes a las tropas del teniente coronel Uriburu, continuarían su avance que finalizaría en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. Como parte de este movimiento, la vanguardia de esta división a órdenes del mayor Saturnino Torres, llegó hasta el arroyo Covunco el miércoles 21 de mayo. El diario de la división testimoniaba que: “A las 7.10 a.m. marchó la división 23 kilómetros 500 metros, acampó a las 12 del día en la confluencia del arroyo Cobun-Có (agua caliente) con el Neuquén” 7, y señalaba además que las tropas iban a permanecer “acampados algunos días, hasta que haya noticias de la 3ra División, que debe estar próxima a la confluencia de este río con el Limay” 8.

El comandante Saturnino Félix Torres

Integrando la vanguardia de la Cuarta División el mayor Torres, con parte del 7mo Regimiento de Caballería, tuvo la importante misión de realizar los primeros reconocimientos e incursiones por aquellos territorios aledaños a los ríos Agrio, Neuquén, Limay y al arroyo Covunco. Los éxitos obtenidos en los frecuentes y duros combates en los que se trabó contra los indios, permitieron comenzar a controlar toda la zona, dando forma a línea defensiva que se pretendía establecer sobre el río Neuquén y disputando a los contrabandistas y a los salvajes, el dominio de la rastrillada o “camino de los chilenos”.

Testimonios de algunas de las tareas impuestas al mayor Torres quedaron escritos en el ya citado diario de marcha de la división, que expresa para el jueves 22 de mayo: “El Mayor Torres también tiene la misión de estudiar prolijamente los campos en la margen izquierda del Neuquén, para el establecimiento de puestos militares, y la de examinar y dar cuenta inmediatamente de cualquier camino que llegase a descubrir en su excursión y del cual no se tuviese aquí conocimiento” 9.

El mayor Saturnino Torres (1847-1897) era mendocino y había iniciado su carrera militar en las Guardias Nacionales de su provincia. Al momento de integrar la Cuarta División como jefe del detall y de la vanguardia divisionaria, ya tenía una vasta experiencia en las luchas contra los indios, contra quienes combatía desde 1870 en la frontera sur mendocina.

El mayor Saturnino Torres en una fotografía extraída
del libro “Un fortín a orillas del Cobun-Có”.

Era considerado un jinete sin igual, un domador incomparable y la mejor lanza, que incluso superaba en destreza a las de los salvajes. Los grandes caciques lo llamaban “el toro Torres” y su figura de leyenda, despertaba admiración entre los jefes de las tribus amigas y provocaba desbandes y huidas entre los indios hostiles.

Saturnino Torres comandaba compañías de “choiqueros”, subunidades integradas por efectivos montados sumamente diestros en la caza y captura de choiques (ñandúes o avestruces de las pampas), faenas que requerían de una acción coordinada, rápida y sorpresiva por parte de los más avezados jinetes para evitar que sus presas huyeran por el campo abierto.

La bravura y decisión de los hombres de Torres en el combate contra en indio han quedado testimoniadas en las siguientes líneas escritas por el coronel Manuel Olascoaga en su obra “Regiones Australes Topografía Andina”, que relatan: “…entre aquel cuadro de horroroso salvajismo, como voz omnipotente de la altura, suena un clarín de guerra que toca ¡a la carga! y sobre sus últimas notas un tiroteo de fusilería…”, para agregar que “una carga de caballería aparece y despliega, cayendo sobre todos los grupos a la vez”, y finalizar diciendo “son los guardias nacionales de Mendoza encabezados por el bravo comandante Saturnino Torres que ha venido picando la retaguardia…”10.

Si bien uno de los méritos reconocidos al comandante Saturnino Torres es el de ser pionero entre los jefes militares que incursionaron por las zonas próximas a la desembocadura del arroyo Covunco, sus acciones en la lucha contra el indio de ninguna manera se agotan con su participación en la Campaña de 1879. Posteriormente a ella, participó en un sinnúmero de acciones en territorio patagónico a órdenes de célebres comandantes como el coronel Rufino Ortega, el teniente coronel Benjamín Moritán o el mismo general Cornado Villegas. Entre sus condecoraciones, ya con el grado de teniente coronel, Saturnino Torres recibió la medalla de oro por su participación en la Campaña al Neuquén y al Río Negro de 1879 y la medalla también de oro acordada por ley especial de 1885 por su participación en la Campaña a los Andes de 1882-1883.

4. LAS SIGUIENTES CAMPAÑAS, LA CONSTRUCCIÓN DEL FORTÍN COBUN-CO Y LA VIDA EN EL FORTÍN

Al avance, exploración y reconocimiento que realizó la Cuarta División le siguió la expedición al Lago Nahuel Huapí de 1881, ya que la Campaña al Neuquén y al Río Negro de 1879 constituyó el punto de partida para las sucesivas expediciones que continuarían con la ocupación de nuestro territorio hacia el sur.

Se organizaron así tres grandes unidades: la Primera Brigada, integrada por el Batallón de Infantería 12 y el Regimiento de Caballería 11, puesta a órdenes del teniente coronel Rufino Ortega y con asiento en Chos-Malal; la Segunda Brigada, comandada por el coronel Lorenzo Vintter y con base en el fuerte General Roca, que estaba conformada por los Regimientos de Caballería 5 y 7, reforzados con una sección de artillería; y la Tercera Brigada, asentada en Choele-Choel y al mando del coronel Liborio Bernal, con fuerzas del Batallón de Infantería de Línea 6 y el Regimiento de Caballería 3 de Línea. Todas estas fuerzas que incursionarían hacia el lago Nahuel Huapí fueron puestas a órdenes del bravo general Conrado Excelso Villegas.

Fue la Primera Brigada, la gran unidad que permaneció operando en estas zonas, en las que desde años atrás venía combatiendo la Cuarta División, desprendiendo y destacando tropas que se desplazaron por territorios al sur del rio Neuquén, costeando el río Agrio, siguiendo el río Las Lajas y llegando con parte de sus fuerzas hasta el mismo Lago Aluminé, antes de alcanzar el lago Nahuel Huapí.

En uno de los párrafos del informe de las operaciones realizadas por la Primera Brigada durante 1882, que el teniente coronel Rufino Ortega elevó al Inspector y Comandante General de Armas, quedaba asentado: “En el valle de Las Damas, Gualeupen, Huerinchenque, Codihué, Cum-Có y Covuncó se encuentran establecidos esos destacamentos vigilando desde el nacimiento del río Agrio en la cordillera, hasta unas leguas más abajo de su confluencia con el Neuquén.” 11 Es así como los fortines eran los asentamientos de aquellas tropas organizadas en destacamentos, que marcaban la presencia del ejército en la zona, formando parte de la ya mencionada línea defensiva contra el salvaje.

También fuerzas de la Segunda Brigada, operaron en las zonas aledañas a los ríos Neuquén y Limay, enfrentándose en combates con indios rebeldes en la zona de los ríos Collón-Curá y Caleofú, para luego alcanzar también el lago Nahuel Huapí.

Dentro de este contexto de avance y control de nuestro territorio, el incipiente campamento que inicialmente se había establecido en los terrenos reconocidos por el mayor Saturnino Torres en mayo de 1881, a orillas del arroyo Covunco y en proximidades de Paso de los Indios, fue ganando importancia por su estratégica ubicación y se transformó en el fortín Cobun-Có.

Si bien es difícil determinar la fecha exacta del emplazamiento de este fortín, se sabe que entre fines de 1881 y principios de 1882, unos 20 (veinte) soldados del Regimiento 2 de Infantería fueron enviados para empezar las tareas de construcción, y que entre 1882 y 1902-1903 (por más de veinte años), este emplazamiento estuvo guarnecido por tropas del ejército. Las mencionadas tropas del Regimiento 2 de Infantería, formaban parte de la Segunda Brigada al mando del coronel Enrique Godoy, una de las tres nuevas grandes unidades en las que el general Villegas volvió a reorganizar las fuerzas para iniciar la Campaña de los Andes de 1882-1883, luego de concluida la expedición al Lago Nahuel Huapí de 1881.

Vista del fortín Cobun-Có. Fotografía tomada de NE a SO incluida en la obra “Un Fortín a orillas del Cobun-Có” y disponible en el museo del RIM 10 “Tte Grl RACEDO”.

La información disponible hace referencia a que la construcción del fortín Cobun-Có, fue dirigida por el ingeniero Seidler y que los efectivos del 7mo Regimiento de Caballería fueron los responsables de operarlo durante los años de su funcionamiento, siendo este punto un paso obligado y un lugar de descanso seguro para soldados de licencia y para los arreos que debían transitar por las rastrilladas de la zona.

El merodeo de los indios alrededor de los fortines

Antes de llevarse a cabo la Campaña de los Andes de 1882-1883, las incursiones de los indios sobre fortines como el Cobun-Có, buscaban casi exclusivamente el robo de las caballadas. Logrando esto los indios sabían que: 1) quitaban a las tropas el único elemento que les proporcionaba movilidad y era empleado para combatirlos mediante ataques y persecuciones; 2) reemplazaban a sus propias caballadas, que además eran utilizadas como medio de alimentación, en un contexto de tribus que sufrían hambre por el continuo estado de guerra; 3) demostraban su poder ofensivo en cualquier lugar de la línea defensiva sin darle respiro al hombre blanco, obligándolo de esta forma a reforzar guardias y comisiones, insumiendo una mayor cantidad de tropas en estas tareas de seguridad.

La vida en el fortín Cobun-Có

Llenos de penurias y privaciones, transcurrían los días de aquellas fracciones que debían cumplir servicios tanto en el fortín Cobun-Có, como en aquellos otros que cubrían las líneas defensivas a lo largo de los ríos Neuquén y Agrio. El rigor del clima (tanto en invierno como en verano) y la aspereza del terreno, hacían que las condiciones de vida sean muy sacrificadas tanto para soldados como para las familias que habitaban los fortines patagónicos. A ello se sumaba la constate amenaza de malones y acciones hostiles por parte de los indios, la escasez de todo tipo de víveres y provisiones que nunca eran suficientes y siempre llegaban a destiempo.

Las construcciones que formaban los fortines menores como el Cobun-Có, eran unos pocos ranchos de adobe con techo de paja, a veces reforzados con troncos y cueros, que cumplían las funciones de comandancia, guardia, alojamientos para la tropa y las familias; había también establos y corrales, despensas y algún depósito de víveres. Las formas de los fortines variaban, pero siempre debían estar ubicados en una altura que permitiera dominar las rastrilladas y vados de los cursos de agua cercanos. La leña para hacer fuego, las pasturas para los animales y el agua, eran los recursos naturales esenciales, cuya disponibilidad en zona también determinaba la selección del lugar para emplazar un fortín.

Como elementos defensivos se podían construir una empalizada (de ancho variable) y un foso (también de dimensiones variables), siempre y cuando la dureza del terreno lo permita. Dicho foso, se cruzaba utilizando una tabla o un precario puente de troncos.

Muchas veces, si se disponía de árboles con troncos largos en la zona, se construía un mangrullo, instalación de vital importancia para realizar tareas de observación y prevenir cualquier amenaza de ataques indios. De no poder construirse un mangrullo, se utilizaba el techo de la construcción más elevada como puesto de observación. Muchos fortines disponían de un cañón de pequeño calibre, que era más utilizado para transmitir mensajes y señales a los fortines cercanos, que como arma efectiva de apoyo.

La población que ocupaba los fortines estaba conformada por hombres y mujeres que cumplían distintas funciones. Había soldados, sacrificadas mujeres (conocidas como fortineras, soldaderas o cuarteleras), religiosos católicos, médicos, boticarios, pobladores abnegados, encargados de postas, familias de miembros del ejército y hasta proveedores del estado. La cantidad de personal era muy variable y dependía de factores como el tamaño del asentamiento, su ubicación y su importancia táctica en la línea defensiva.

Respecto a la guarnición del fortín Cobun-Có, el mismo general Villegas expresa: “El fortín Covunco donde llegamos a las diez de la mañana está guarnecido por un oficial y 30 soldados pertenecientes a la primera Brigada, y determinando por consiguiente la extrema izquierda de la línea de destacamentos de aquella”12. Generalmente, quien estaba a cargo de un fortín era un oficial hasta el grado de mayor, que contaba con algunos pocos sargentos experimentados que lo secundaban en el mando y con soldados voluntarios o enganchados.

Otra vista del fortín Cobun-Có desde el E al O.

Entre las actividades principales que diariamente realizaban los suboficiales y la tropa, estaban las “descubiertas”. Esta tarea consistía en realizar una detallada fiscalización de todo el contorno o jurisdicción a cargo de los diversos destacamentos, con la finalidad de prevenir las sorpresas y evitar las incursiones depredadoras de los indios detrás de la línea defensiva. Los fortines estaban ubicados a unos 20 kilómetros aproximadamente unos de otros, y se buscaba que las descubiertas tomen contacto entre sí. Para el caso particular del fortín Cobun-Có, cobraba gran importancia la proximidad al fortín de Paso de los Indios, ubicado en un lugar de tránsito obligado sobre la “rastrillada de los chilenos” y que contaba con telégrafo para comunicarse con el resto de la línea y especialmente hacia el fuerte Roca (actual ciudad de General Roca).

5. CONSIDERACIONES FINALES

Con el correr del tiempo, la presencia efectiva del ejército, la paulatina derrota de los caciques más belicosos y la progresiva integración de las tribus rebeldes al Estado argentino, hicieron que desaparezcan las corridas, los malones y los ataques vandálicos de los indios. Fue así que las funciones que cumplían los fortines como el Cobun-Có, fueron mutando hacia tareas de policías de frontera, que se centraban en el control de contrabandistas y la disuasión del robo y del tráfico ilegal de ganado.

Estos fortines, que durante muchos años constituyeron la avanzada misma de la civilización, se fueron transformando en la cara visible de la ocupación del Estado moderno en el ejercicio de la soberanía y comenzaron a realizar en sus alrededores tareas de producción agrícola, ganadera y pastoreo de ganado, integrando a soldados, gauchos, indios e inmigrantes, y dando origen a un sinnúmero de colonias, pueblos y ciudades en las regiones pampeana, de Cuyo y patagónica.

Actualmente, en el lugar de emplazamiento del fortín Cobun-Có se ha levantado un memorial (el 21 de mayo de 1996), en donde se honra el recuerdo de aquellos soldados e indios que otrora poblaron la zona y que contribuyeron a constituir nuestra identidad como nación soberana.

La herencia de esos abnegados soldados que formaron los destacamentos que ocuparon el antiguo fortín Cobun-Có es custodiada por el Regimiento de Infantería de Montaña 10 “Tte Grl RACEDO”, que desde 1937 se ha instalado en sus imponentes cuarteles de la localidad de Covunco Centro. Como homenaje y para mantener viva la memoria de los antiguos fortineros, la banda de música militar de esta unidad lleva el nombre de “Fortín Cobun-Co” y su plaza de armas el del comandante Saturnino Torres.

El espíritu de sacrificio, la abnegación, el estoicismo y la herencia histórica de aquellas tropas pioneras que incursionaron en las primeras campañas a la Patagonia, se mantienen intactos entre aquellos soldados que prestan servicio hoy en día en la Guarnición Militar Covunco, integrando una de las más prestigiosas unidades de las Tropas de Montaña del Ejército Argentino.

A continuación se explica el significado de algunos vocablos araucanos que se mencionan en este trabajo y cuya traducción permite comprender de dónde provienen muchos nombres de nuestra geografía patagónica.

VOZ ARAUCANATRADUCCIÓN
AluminéHoya reluciente. De alum, reluciente, y mine o minu, abajo, hoya.
CaleofúOtro río. De ca, otro, y leujú, río.
CarhuéLugar o paraje verde. Caru, es verde, y hue, es donde hay o lugar.
Choele ChoelSegún la información indígena, era éste el nombre de un antiguo cacique tehuelche que habitó el lugar. Su nombre proviene de chel, que es fantasma, espantajo.
ChoiqueAvestruz de las pampas o ñandú.
Chos MalalCorral (de piedra y tierras) amarillas. Chod, es amarillo, amarillento, y malal, es corral. Fue la primera capital del Territorio de Neuquén hasta 1904.
Cobun-CóAgua caliente. Covuñm es caliente y es agua.
CodihuéLugar donde hay piedras de afilar. De codi, piedra de afilar, y hue, donde hay.
Collón-CuráMáscara de piedra. De collón, máscara, y curá, piedra.  Piedra como máscara, piedra en forma de una máscara.
GuaminíTierras bajas y húmedas para maíz. De hua, que es maíz, y de minu, que es bajo, valle bajo, terreno húmedo.
HuerinchenqueCueva de las pinturas o cementerio pintado. De huarin, pintado, y chenque, cueva, cementerio.
LimayLímpido. De li y liv, que es blanco, claro, límpido, y de may que es sí (afirmación).
MalónProviene del verbo maloquear cuyo significado es hacer una “invasión” o  una “correría vandálica”.
MapucheNombre con que se designan a sí mismos los araucanos. De mapu, que es tierra en el concepto de patria, y de che, que es gente: gente del lugar, indígena. Es un neologismo que no aparece en documentos de la época.
Nahuel HuapíIsla del tigre. De nahuel, tigre, y huapi, isla.
NeuquénCorrentoso. Río del Neuquén. De nagaan, que es bajar, o nauquén, que es cosa que baja tiene declive en terreno. Aplicada esta palabra a un río, significa: río cuyo cauce tiene mucha caída.
PampaLlanura. Pampa es una voz de origen quechua y entre sus acepciones se destaca “campo llano”.
PehuenchesGente del pehuén. De pehuén, que es pino patagónico y che que es gente o habitante.
RanculTotora o carrizal. De aquí proviene ranqueles, que hace referencia a los aborígenes bonaerenses y pampeanos.
Trenque LauquenGrupo o reunión de lagunas. De thaun, grupo, que, partícula de pluralidad, y lauquén, laguna.
VarvarcoDeriva de malbar, que es la corruptela de huarhuar, onomatopeya del murmullo de las aguas, y co, que es agua: murmullo de las aguas (subterráneas de los termales del lugar).
ZapalaMuerto empantanado, muerto en el pantano. Deriva de chapad, que es pantano, barro, y la, que es muerto.

DATOS DEL AUTOR

Síntesis del Curriculum Vitae

El teniente coronel Carlos María Fraquelli es oficial de estado mayor del Ejército Argentino y del Ejército del Perú. Posee los grados de licenciado en Administración de Empresas, licenciado en Estrategia y Organización, posgrado de profesor universitario en Ciencias de la Administración y magister en Ciencias Militares obtenido en la Escuela Superior de Guerra del Ejército del Perú. Tiene las aptitudes especiales de tropas de montaña (cóndor dorado) y cazador de montaña, y las capacitaciones especiales de instructor de andinismo, instructor de esquí, e instructor de cazadores de montaña. Participó como integrante del Estado Mayor de la Misión de Naciones Unidas UNFICYP (Chipre) y fue nombrado como segundo jefe del Regimiento de Infantería de Montaña 11 «General Las Heras» y del Batallón Conjunto Argentino «Haití» 19, que fue desplegado en MINUSTAH. Se desempeñó como jefe del Batallón de Infantería del Colegio Militar de la Nación y como instructor invitado en el Centro Conjunto de Operaciones de Paz del Brasil (CCOPAB). Actualmente se desempeña como jefe del Regimiento de Infantería de Montaña 10 «Teniente General RACEDO».

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

  • CARES, Fabián. “Covunco, un ícono del siglo XIX”. Diario La Mañana de Neuquén, 9 de agosto de 2009.
  • MANSILLA, Lucio V. “Una excursión a los indios ranqueles”. Ediciones Anaconda. Buenos Aires, 1875.
  • OLASCOAGA, Manuel J. “La Conquista del Desierto proyectada y llevada a cabo por el Exmo. Señor Ministro de la Guerra y Marina General D. Julio A. Roca”. Tomo Primero: “Estudio Topográfico de La Pampa y Río Negro”. Editores: Ostwald y Martínez. Buenos Aires, 1881.
  • OLASCOAGA, Manuel J. “Regiones Australes Topografía Andina”. Litografía y encuadernación de Jacobo Peuser. Buenos Aires, 1901.
  • PARRA, Roberto Daniel. “Un fortín a orillas del Cobun-Có”. Editorial Vinciguerra S.R.L. Buenos Aires, 1998.
    14 – 14
  • PERÓN, Juan. “Toponimia patagónica de etimología araucana”. Segunda Edición. Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación de la Nación. Buenos Aires, 1952.
  • RACEDO, Eduardo. “La Conquista del Desierto proyectada y llevada a cabo por el Exmo. Señor Ministro de la Guerra y Marina General D. Julio A. Roca”. Tomo Segundo: “Memoria militar y descriptiva sobre la Campaña de la 3ª División Expedicionaria”. Editores: Ostwald y Martínez. Buenos Aires, 1881.
  • RAONE, Juan Mario. “Fortines del desierto mojones de civilización”. Tomo III. Revista y Biblioteca del Suboficial. Volumen N° 143. Editorial Lito. Buenos Aires, 1969.
  • Vto CUERPO DE EJÉRCITO “Tte Grl JULIO ARGENTINO ROCA”. “El Ejército en el sur del país. Acción y presencia”. La Imprenta S. R. L., Bahía Blanca, 1995.
  • ZEBALLOS, Estanislao S. “Viaje al país de los araucanos”. Descripción amena de la República Argentina, Tomo I. Imprenta de Jacobo Peuser, Editor. Buenos Aires, 1881.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1 N del A: la legua es una antigua unidad para medir distancias. Representa la distancia que un hombre a pie o montado puede recorrer en una hora de marcha, por esto es considerada una distancia variable. Para las últimas décadas del siglo XIX, el gobierno argentino había oficializado que la legua tenía una medida equivalente a 5.000 metros.
2 N del A: malón es una palabra que proviene del verbo araucano maloquear cuyo significado es hacer una “invasión” o una “correría vandálica”.
3 “Fortines del desierto mojones de civilización”, año 1969, página 154.
4 “Una excursión a los indios ranqueles”, año 1875, página 25.
5 “Viaje al país de los araucanos”, año 1881, página 140.
6 “Un fortín a orillas del Cobun-Có”, año 1998, página 64.
7 “Fortines del desierto mojones de civilización”, año 1969, página 155.
8 “Un fortín a orillas del Cobun-Có”, año 1998, página 72.
9 “Un fortín a orillas del Cobun-Có”, año 1998, página 73.
10 “Regiones Australes Topografía Andina”, año 1901, página 30.
11 “Un fortín a orillas del Cobun-Có”, año 1998, página 105.
12 “Fortines del desierto mojones de civilización”, año 1969, página 154.