Las Guardias Nacionales en el Ejército

Por el ST (Res) I Sebastián Miranda[i]

Las lecciones del pasado pueden ser útiles para la organización del actual sistema de reservas de las FFAA, y tomaremos a las Guardias Nacionales en el Ejército Argentino para conocer sus orígenes y evolución.

La Guardia Nacional

El 8 de marzo de 1852 el entonces gobernador de Buenos Aires Vicente López y Planes, que había reemplazado a Juan Manuel de Rosas derrocado en la batalla de Caseros, dictó un decreto por el que creó la Guardia Nacional en reemplazo de las milicias de Buenos Aires disueltas tras Caseros. La incorporación de los efectivos, tanto de porteños como de provincianos, era voluntaria.

Inicialmente estuvo a cargo del coronel Manuel Rojas y se la destinó a la defensa de la frontera con los indígenas. La Guardia Nacional se inspiraba en el modelo francés surgido a partir de la revolución de 1789 bajo el concepto de “ciudadano en armas”

La revolución porteña del 11 de septiembre de 1852 contra las fuerzas federales hizo que la provincia debiera organizar su defensa. Sin embargo, el reclutamiento resultó sumamente complejo debido a la reticencia de los jóvenes a enrolarse.

El 24 de noviembre la Legislatura Provincial autorizó al Poder Ejecutivo a castigar con dos años de servicio en el Ejército a los jóvenes que no hubieran cumplido con el enrolamiento en la Guardia Nacional que, en definitiva, era usada para defender los intereses provinciales. Esta medida fue complementada por un decreto del 10 de enero de 1853 que establecía la separación del cargo de los empleados públicos que no hubieran cumplido con la ley.

Podemos observar que la Guardia Nacional en Buenos Aires en realidad respondía a los intereses y directivas del gobierno local separado del de la Confederación.

Simultáneamente el gobierno de la Confederación Argentina, presidido por Justo José de Urquiza, también comenzó a organizar una Guardia Nacional con el fin de disponer de una fuerza militar que complementara al Ejército Federal y rompiera la tradicional dependencia de las milicias provinciales. La sanción de la Constitución Nacional de 1853 comenzó a dar una forma definitiva al gobierno federal y nacional.

Uno de los instrumentos que debía necesariamente disponer era de un Ejército Regular o de Línea respaldado por la Guardia Nacional. El primero lo integraban oficiales y suboficiales que permanecían en forma estable cobrando un sueldo, de allí que se los considerara profesionales.

Los soldados eran “enganchados”, es decir que se unían por su propia voluntad, o eran reclutados por la fuerza, siendo comunes las incorporaciones de los considerados “vagos y mal entretenidos” que caían en manos de la fuerza reclutadora y que tan brillantemente representó José Hernández en el “Martín Fierro”.

El 28 de abril de 1854 el presidente J. J. de Urquiza dispuso la creación de la Guardia Nacional. El 5 de junio se organizó la Inspección General del Ejército y Guardias Nacionales.

En teoría la Guardia Nacional formaba la reserva del Ejército de Línea dependiente del gobierno nacional que financiaba sus gastos, pero como la organización de las unidades se materializaba en las provincias, esto hizo que los gobiernos locales siguieran teniendo cierto poder militar que podía ser usado contra el gobierno nacional.

El 22 de junio de 1857 se sancionó una nueva ley para Enrolamiento en la Guardia Nacional, disponiendo que todos los argentinos estaban obligados a incorporarse a la misma, so pena de castigos severos, como ser obligado a unirse a las fuerzas de línea.

La Guardia Nacional la formaban todos los ciudadanos convocados a integrarla, varones de entre 17 y 45 años (casados) o 50 (solteros). Era organizada por las autoridades provinciales en unidades por su lugar de origen, pero que dependían del gobierno nacional. De esta forma se pensaba ir gradualmente restando poder a las milicias locales que predominaron durante la etapa de las guerras civiles entre 1820 y 1852.

La Guardia Nacional respondía a la idea de la nación en armas y al ciudadano que, con el más puro espíritu patriótico las empuña para defenderla. Cumplido el deber regresa a la vida civil a seguir contribuyendo a la sociedad como agricultor, obrero, comerciante, padre, hijo, etc. La organización institucional a través de la constitución contribuyó a este espíritu. El artículo tercero de la misma establece la obligación de los ciudadanos de “armarse en defensa de la Patria”.

La estrecha relación entre la obligación de enrolarse y los derechos del ciudadano quedó claramente manifestada en la legislación, dado que para poder votar era necesario acreditar que se había cumplido con la obligación de enrolarse (debía presentarse la papeleta de enrolamiento que era completada por el comandante de la Unidad). Esta disposición rigió hasta 1877.

De todas formas cabe mencionar que había ciudadanos exceptuados como era el caso de directores de escuela y universidades, personal administrativo, judicial y otros. Además existía la posibilidad de contratar un personero que  reemplazara al ciudadano afectado al servicio.

En los altos escalones jerárquicos los jefes, en teoría, eran elegidos por los subalternos, aunque en general las autoridades provinciales influían en los nombramientos y esto los hacía susceptibles a la utilización con fines políticos.

Ya con la provincia de Buenos Aires reincorporada a la Confederación Argentina definitivamente a partir de 1861, el sistema comenzó a organizarse mejor.

El 5 de junio de 1865 fue sancionada la Ley 129 que estableció el enrolamiento a nivel nacional para todo argentino varón de entre 17 y 45 años en caso de estar casado y de entre 17 y 50 para los solteros. La guerra contra el Paraguay obligó a centrar la atención en volver a crear un ejército verdaderamente nacional.

El 15 de noviembre de 1865 se organizó el Ejército de Operaciones contra el Paraguay comandado por el general Bartolomé Mitre. El conflicto fue impopular en la mayor parte de las provincias. La juventud porteña, por el contrario, acudió con entusiasmo a integrar sus filas, destacándose en la guerra de la Triple Alianza.

Además de este conflicto, la Guardia Nacional tuvo una actuación brillante y sumamente sufrida durante las campañas al desierto, siendo un respaldo y complemento permanente de las unidades de línea.

Ya durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, fue sancionada la ley del 11 de septiembre de 1869 por la que se dio un paso importantísimo para la profesionalización del Ejército Argentino al crearse el Colegio Militar de la Nación. Cabe tener en cuenta que el propio Sarmiento no era militar de carrera, pero había iniciado sus servicios al Ejército desde muy temprana edad, habiendo participado en numerosas campañas.

El 22 de junio del año siguiente fueron aprobados los planes de estudio y reglamentos. El CMN inició sus cursos el 19 de julio de ese año. Tanto durante la presidencia de B. Mitre como la de D. F. Sarmiento las milicias provinciales dirigidas por los caudillos locales ejercieron una fuerte resistencia a las autoridades nacionales. Las sucesivas campañas contra caudillos como Felipe Varela, Ángel Vicente Peñaloza y Ricardo López Jordán fueron paulatinamente eliminando a las milicias provinciales, permitiendo la consolidación de las fuerzas federales o nacionales.

Como explicamos, la Guardia era Nacional, era susceptible a ser controlada por las autoridades locales dado que estas organizaban las unidades.

En 1880 el gobernador bonaerense Carlos Tejedor utilizó a parte de la misma en contra de las autoridades nacionales al oponerse a la ley de capitalización de Buenos Aires enviada por el presidente Nicolás Avellaneda al Congreso y a la victoria del general Julio Argentino Roca en las elecciones presidenciales. A su vez persistían las milicias provinciales.

Esto dio lugar a una polémica inicialmente legal pero que se definió en el campo de batalla cuando, enfrentadas parte de la Guardia Nacional y las milicias bonaerenses a las fuerzas federales, estas últimas se impusieron disolviendo a las milicias de Buenos Aires. La derrota de las milicias de C. Tejedor impulsó una reforma legal, prohibiéndose expresamente la movilización de la Guardia Nacional por orden de los gobiernos provinciales, pasando a depender exclusivamente del gobierno nacional

La consolidación del poder del gobierno federal a partir de la primera presidencia de J. A. Roca (1880-1886) hizo que se fortaleciera el del Ejército Nacional, quedando la Guardia Nacional como una fuerza auxiliar del mismo dependiente directamente del gobierno nacional.

En la próxima entrega, se verá como ya las Guardias Nacionales, al ir consolidándose el proceso de profesionalización del Ejército Argentino, fueron quedando atrasadas en el tiempo su concepto, y en la que se explicará la transformación de estos cuerpo en las Reservas.

BIBLIOGRAFÍA

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SCENNA, Miguel Ángel. Los militares, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1980.


[i] Licenciado y profesor de Historia. Subteniente de Reserva del Arma de Infantería.