EL Teniente R. ROLÓN y el Sargento R. W. ORUÉ

Por Sebastián Miranda[i]

Entre la noche del 23 y la madrugada del 24 de enero se produjeron los combates finales en los cuarteles de La Tablada. En los enfrentamientos a escasos metros de distancia, casi cuerpo a cuerpo, ofrendaron sus vidas en defensa de la Patria y las instituciones el teniente Ricardo Alberto Rolón y el sargento Ramón Wladimiro Orué

Anochecía en los cuarteles de La Tablada, el cielo era iluminado por las explosiones de la sala de armas de la Compañía “B” y el incendio remanente de la guardia. Cercados en el Casino de Suboficiales, los subversivos del Movimiento Todos por la Patria se prepararon para la última resistencia o para rendirse.

Los comandos recorrían las instalaciones revisando habitación por habitación y batiéndose con los subversivos que se encontraban escondidos entre las ruinas. El procedimiento consistía en abrir boquetes en las paredes mediante el uso de blindados como arietes o con lanzacohetes. Antes de penetrar a un cuarto arrojaban granadas e ingresaban abriendo fuego con los FAL. La violencia del combate aparece reflejada en el testimonio de uno de los comandos:

      “El asalto comenzó a la hora prevista. Todavía con algo de luz solar. Primero, el grupo de apoyo inició su tarea batiendo las ventanas con ametralladoras, para cubrir la aproximación de los comandos hasta el edificio. De inmediato llegó la respuesta. Uno de los delincuentes, asomándose por una de las ventanas, disparó un proyectil antitanque con muy buena puntería, logrando impactar en el sector próximo a los baños. Todos se sorprendieron ante el disparo de semejante arma. Un vendaval de tiros se desató y, en medio de esa lluvia de plomo, el blindado avanzó. Con el poder de combate evidenciado por los terroristas, los comandos debieron incrementar su potencia de fuego para evitar que pudieran emplear esa arma contra los hombres que avanzarían a pie.

Entonces, los encargados de disparar con el lanzacohetes se protegieron detrás de los baños y procedieron a la carga de su arma (…). Debían dirigir sus proyectiles al primer piso, sobre las ventanas en donde habían sido vistos los terroristas. Tres …., dos…., uno …. ¡Fuego! La puntería fue perfecta. Una tremenda explosión se produjo sobre la planta alta. Las llamaradas comenzaron a brotar de inmediato en techos y ventanas; un intenso humo negro oscureció aún más el sector”.[ii]

Tras un intenso enfrentamiento los comandos, entraban a las dependencias y obligaban a los integrantes del MTP a retroceder:

      “En la planta alta el combate era sangriento. Estábamos en medio del fuego, las llamas dominaban el edificio. Y ahí vivimos las situaciones más dramáticas: los soldados mezclados con los subversivos semidesnudos y con sus cuerpos quemados se tiraban por las ventanas. Y más: estábamos los comandos, subversivos y soldados todos mezclados disparándonos los unos y los otros sin poder identificarnos (…). En ese combate ya nos enfrentamos cara a cara con las mujeres que integraban a los subversivos. Demostraron mucha fiereza, decisión y también salvajismo (…). Es cierto que dentro de los edificios, por las granadas, los tiros del tanque, el humo, no se podía respirar. El calor era insoportable (…). Eran, además, las que se ensañaban en rematar a nuestros heridos”.[iii]

Así se combatió en la Compañía “B”, los enfrentamientos finalizaron cuando el incendio produjo el colapso del techo sepultando a varios subversivos. La atención se concentró entonces sobre el Casino de Suboficiales.

Durante la noche del 23 de enero el teniente Ricardo Alberto Rolón, perteneciente a la Compañía de Comandos 601, se acercó en un VCTP al Casino de Suboficiales y subió junto a tres comandos más al primer piso. Arrojaron granadas e ingresaron. Los subversivos se cubrieron detrás de una pared y abrieron fuego. En el intercambio de disparos el teniente Rolón fue herido por un tiro de escopeta, avanzó unos pocos metros y cayó al piso:

       “Con un movimiento rápido los oficiales tomaron dos granadas y las arrojaron por turno. Una enorme explosión se escuchó instantes después a tiempo que una masa de aire caliente salía expulsada por la puerta.

Disparando en medio del humo –que se disipaba y la oscuridad, los tres comandos se lanzaron al asalto de la sala. Primero, Reale sobre el centro de la habitación, luego, Rolón hacia la izquierda, y por último Vera a la derecha. El brillo lejano de las llamas, que incendiaban el edificio de la Compañía B, recortaba tenuemente sus siluetas dentro de la sala y, un espeso aire –mezclado con millones de partículas de polvo suspendidas- quedó flotando dentro del local.

Todo ocurrió en un instante. Los delincuentes, que se habían protegido de los efectos de las granadas detrás de la pared, estaban en una posición no advertida por los comandos, listos para dar la estocada. Reale, Rolón y Vera –agazapados- observaron a su alrededor. De pronto, el Corto [Reale] notó un movimiento sobre su izquierda, en la base de la puerta vaivén, y giró su arma hacia aquel lugar. Los tres estaban tensos en medio de la oscuridad, que los envolvía cada vez más. Fueron segundos … y la balacera se desató.

Los subversivos comenzaron a disparar desde la puerta vaivén y la ventana pasaplatos, y Reale pudo sentir los proyectiles rozando su cuerpo. Los rebotes y el zumbido de las balas cortando el aire, resultaban atronadores dentro de ese espacio tan pequeño. De inmediato los comandos abrieron fuego y la escaramuza aumentó. Por su parte el Corto, un metro más adelantado que sus compañeros, atinó a agacharse.

  • ¡Afuera…, afuera…, rápido! – gritó.

El Teniente 1ro Reale giró a su izquierda mientras disparaba para cubrir el repliegue. Rolón y Vera hicieron lo propio. Después, el Corto, miró hacia la entrada y vio como el Suboficial lograba salir de la sala. Mientras tanto, a su derecha, Wilfi caminaba a los tropiezos en dirección a la puerta (…)”.[iv]

       Rolón cayó dentro del primer piso, sus compañeros volvieron a entrar desde el balcón y cubriéndose con una granada lo rescataron. Solicitaron apoyo por radio y un VCTP se acercó al lugar. Los comandos lanzaron una granada de fusil al interior de la planta alta y con fuego de FAL cubrieron el traslado del herido desde el primer piso al VCTP. El teniente Rolón fue llevado en helicóptero al Hospital Militar Central pero falleció unas horas después.

Ante la dificultad para operar sin elementos de visión nocturna, el general A. Arrillaga decidió suspender las operaciones hasta que aclarara el día para evitar pérdidas innecesarias ya que los atacantes estaban aislados en el Casino de Suboficiales. También ordenó estrechar las medidas de seguridad para evitar que intentaran fugar aprovechando la oscuridad.

Durante esa noche también fue herido el sargento Ramón Wladimiro Orué de la Compañía de Comandos 601, veterano de la guerra de Malvinas, en las proximidades de la capilla, mientras se enfrentaba a varios subversivos que intentaban huir del cuartel. Fue llevado al Hospital Militar Central donde falleció nueve días después. 

De acuerdo al testimonio de E. Gorriarán Merlo durante estas acciones murieron los guerrilleros H. Luque y L. Segovia ya que afirmó: “(…) Junto con Lucho Segovia, Horacio intentó fugar del cuartel y ambos cayeron en la acción”.[v]

Durante la noche se produjeron algunos tiroteos esporádicos. A las 9 del día 24 los últimos subversivos que estaban en el Casino de Suboficiales se rindieron.

Los cuarteles de La Tablada habían sido recuperados.

BIBLIOGRAFÍA

GORRIARÁN MERLO, Enrique Haroldo. Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los Setenta a La Tablada,  Buenos Aires, Planeta, 2003.

MIRANDA, Sebastián. Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Unión y Ediciones Soberanía, 2015.

RUARTE, Julio Eduardo. Un ataque para recordar. Como fue la recuperación de los cuarteles de La Tablada, Buenos Aires, Grupo Unión, 2016.

SALINAS, Juan y VILLALONGA, Julio. Gorriarán. La Tablada y las Guerras de Inteligencia en América Latina, Buenos Aires, Mangin, 1993.


[i] Licenciado y profesor de Historia, Subteniente de la Reserva del Arma de Infantería. Autor del libro Los secretos de La Tablada. La última acción armada de la guerrilla en la Argentina.

[ii] RUARTE, Julio Eduardo. Un ataque para recordar. Como fue la recuperación de los cuarteles de La Tablada, Buenos Aires, Grupo Unión, 2016.

[iii] Testimonio de un comando. En: revista Gente, Buenos Aires, Editorial Atlántida, Febrero de 1989, Año 23, Nro. 1228, pp. 12-13.

[iv] RUARTE, Julio Eduardo. Op. cit.,

[v] GORRIARÁN MERLO, Enrique Haroldo. Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los Setenta a La Tablada,  Buenos Aires, Planeta, 2003., p. 510.